viernes, 23 de mayo de 2008

La mirada del dolor




Intenté que mi mirada reflejara el dolor que estaba soportando, según pasaba por esos metros que separaban la vida real de mi "agujero. Miraba fijamente a todos los que pasaban cerca de mí, pero ninguno de ellos me correspodió, ninguno me ayudó.


Recuerdo perfectamente a aquella última persona a la que vi, un joven de mi edad que el año pasado estaba en mi clase. Le miré profundamente. La respuesta, una mirada escurridiza que, no quería ver cómo me sentía. Llegamos, oí.


Al paso de algún tiempo en aquel infierno, empecé a creer que nunca más volvería ver la luz del sol, las risas de mis amigos, las flores, mi madre... Sólo pensarlo me causaba un dolor muy difícil de soportar, por este motivo pronto dejé de hacerlo.


Llegó un momento, no se decir exactamente cuando, que entendí que aquellos escasos metros iban a ser mi "hogar" y aquella voz que al amanecer dejaba una bandeja con comida, la única que volvería a oir.


La noche y el día se sucedían sin sentido. Recordaba con nostalgia aquella última mañana que vi a mamá y me dijo está noche cuando vuelvas te haré tortilla. De haberlo sabido le hubiera contado todo aquello que nunca me atreví, mi primer cigarro, aquella vez que le mentí para ir a una fiesta, tambén le hubiese contado lo buena madre que ha sido, lo bien que estaba cuando nos acurrucabamos en el sofá, tantas y tantas cosas vienen a mi mente... Sin embargo, fue un adiós, de haberlo sabido...


Día tras día, noche tras noche imaginaba historias muy diferentes, desde increíbles batallas de caballeros hasta historias de hadas en los bosques. Me preguntaba cómo sería el exterior e imaginaba coches que volaban dirigidos por ordenador.


Todo era posible e imposible en aquel lugar. Estaba privada de libertad, más no de mis pensamientos que cada vez eran más creativos, algo extremadamente difícil en mi situación.


Comencé a realizar ejercicios físicos pues veía como mis músculos estaban menguando, además me aportaba suficiente cansancio para poder dormir sin despertarme cada poco por las pesadillas.


En la bandeja de latón en la que se me proporcionaba alimento, por llamarlo de alguna forma, pude ver a una mujer que no reconcía a primera vista ¿quién era? Era yo, no podía ser todavía era muy jóven para tener este aspecto pero observando más detenidamente, comprendí que si podía ser.




Continuará...








3 comentarios:

Anónimo dijo...

Hola Silvi, estoy esperando la continuación de la historia, me tiene intrigada el por qué de que se encuentre encerrada, de qué no pueda salir de allí, me preocupa el que no se reconozca, cuanto tiempo lleva allí metida?

Silvia Hernández Gutiérrez dijo...

jajaja no sufras... supongo que eres Anónima-Lara... es que ahora estoy un poco ocupado y me tiene que visitar la musa, que está de vacaciones y no quiere cuentas con nadie.
Muak!

Anónimo dijo...

Hola Silvi
Qué bien que he encontrado tu blog...:-)
A ver si llega esa musa de vacaciones y te hace una visita para que puedas continuar con la historia... ;-)

¡Bienvenidos/as!

Ante todo daros las gracias por consultar mi blog, espero que esto sea el comienzo de la elaboración de un gran espacio de concimiento en el que todos podamos aprender. Silvia